Porque quiero ser revolucionaria de mi propia vida...

lunes, 24 de febrero de 2014

Luna menguante*


Yo era menguante porque en días como estos me hacía muy pequeña...
El gris de la lluvia y la capa fría, que al resto le parece el cristal que separa la ventana de la calle y a mi, una prolongación gélida del invierno, me abrumaban y encerraban entre cuatro paredes que lloraban soledades a media tarde.
Todas las canciones se volvían mi canción porque eran capaces de tararear cada letra que yacía, flotante, en lo más profundo de mi estómago, provocando vacíos y abismos inabarcables dentro de mi yo más suicida de alegrías.
Cuando esto me ocurría, moría de inconsciencia hasta llegar a un momento de lucidez, con mi botella de tristezas derramada en el suelo, rozándome los pies y entonces me preguntaba cómo había sido capaz de llegar hasta aquí y embriagarme de tanto gris, cómo a veces parecía estar enamorada del deshielo en el que la tarde se iba apagando hasta convertirse en noche.
Podía llorar tan profundamente sin lágrimas...lloraba libertad de mi, lloraba lo que nadie se atrevió a preguntar, lloraba silencios como telones que bajan un triste final y, entre quejios como miedos, me salían trozos de alas rotas que parecían piezas perdidas, restos de algún anticuario abandonado.
Esto no sólo le pasa a la luna. La luna es mi símil favorito. Cuando ella mengua, me recuerda a estos días de hojas pálidas en las que no quiero reflejar nada porque siento a borbotones...con la intensidad de una locomotora que viaja en un recorrido bordeando la silueta de un mar.
Un mar de posibilidades, de miedos, de historias, de deseos, donde mejor se refleja ella cuando está triste; como un pez en el agua que quiere volar.

Yesquenohaynadamejor...